Esta
hermosa
Tierra

Fotografías de Daisaku Ikeda

Osaka, Japón (Noviembre, 1997)

Osaka, Japón (Noviembre, 1997)

El Castillo de Osaka, ciudadela del pueblo

Se abrió el telón de nubes, y el Sol se asomó entre ellas. En el tejado de la torre del castillo, refulgían ornamentos con forma de delfín. Las ramas de los sauces se balanceaban con las ráfagas de viento que barrían con todo desde lo alto. Mientras conversaba con varias personas, caminaba por el Parque del Castillo de Osaka. Había gente pescando a orillas del foso y hombres de mediana edad paseando en bicicleta. En esa, la estación del follaje carmesí, las hojas doradas de los ginkgos tapizaban el suelo.

Sobre un banco, unos escolares realizaban dibujos sobre papel. “¡Qué bien lo hacen!”, exclamé. Me mostraron sus dibujos y luego conversamos un rato. “¿Es usted de Tokio? No conozco Tokio”. “Cuando crezcas un poco, por favor, ven a visitarme”.

Seguramente se debe a la sabiduría del pueblo de Naniwa, como se denominó a Osaka por siglos, el hecho de poseer este parque en el centro de la ciudad, para que la gente disfrute y se relaje. La torre principal del Castillo de Osaka fue reconstruida en 1931 con donaciones de los ciudadanos.

Las bandas de pífanos y percusión y las bandas de marcha de la Soka Gakkai han empleado a menudo este parque para practicar, como lo han hecho otros participantes de festivales de la SGI. Mientras ensayan sus números, gotas de sudor, relucientes a la luz del sol, corren por sus rostros juveniles y caen al suelo.

Osaka es una localidad de los ciudadanos de a pie. Hay quienes la han denominado la “capital de la gente”, en contraste con Tokio, una vez llamado la “capital imperial”.

Por largo tiempo, Osaka ha mantenido una cultura de desafío a la autoridad. La gente de aquí se ríe interiormente de la altanería de los poderosos o de las rígidas reglas de los burócratas acartonados; la población considera todo con la mirada sobria del realista. A la gente de Osaka le disgusta la burocracia y rehúsa someterse a sus manejos. Independientes y con fuerte criterio propio, solo confían en lo que logran con su propio esfuerzo y en su capacidad. Sin aferrarse a los valores tradicionales, constantemente están creando cosas nuevas.

La energía de la gente común que permitió el florecimiento de la cultura popular japonesa de fines del siglo XVII aún permanece vibrante en Osaka. La gente de aquí es franca e informal, y no se interesa por las convenciones y formalidades del pasado. De corazón sincero y generoso, siempre están dispuestos a entregar el fruto de su arduo trabajo a los demás, por lo que a veces se quedan sin nada y deben comenzar nuevamente desde cero.

Toyotomi Hideyoshi (1536-1598), quien, desde su humilde origen llegó a ser ministro principal del Imperio y gobernador de facto de Japón, compuso un poema en su lecho de muerte:

Cae una gota de rocío,
se desvanece sin dejar huella,
igual que mi vida.
Aun la gloria de Naniwa
se esfuma como un sueño en mi sueño.

¿Qué fue lo que vio este héroe de tiempos turbulentos ante su lecho de muerte? ¿Fue acaso el abismo sin fin de la nada?

Cuando Hideyoshi construyó el Castillo de Osaka, este fue literalmente un palacio dorado. El oro adornaba el interior de la torre principal. Incluso los marcos de los paneles de las ventanas y las piezas del tejado estaban enchapados en oro. Todo era una muestra de deslumbrante opulencia. Se dice que un francés que estaba de visita en Japón en esa época manifestó así su asombro ante la escena: “¡El sol de la Tierra ha superado al sol de los cielos!”. Hideyoshi construyó este gran castillo para demostrar su poder; pero hoy, solo restos de la estructura original descansan silenciosos bajo más de diez metros de suelo. El clan Tokugawa, que usurpó el poder al clan Toyotomi, destruyó el castillo y lo enterró. Y sobre esas ruinas de piedra, los Tokugawa erigieron la estructura actual.

El viento que sacudía las ramas de los sauces había cesado. No pude ver hacia dónde. ¿Acaso Hideyoshi fue como el viento?¿Fue Oda Nobunaga (1534-1582) igual que el fuego, y Tokugawa Ieyasu (1542-1616), como la tierra? (1) La historia avanza –destructiva como el fuego a veces, a veces turbulenta como el viento y otras, firme como la tierra— tejiendo un perfecto tapiz de la humanidad hasta el día de hoy. En apariencia constantes, pero en estado de perpetua transformación, o bien, proclamando el cambio mientras intrigan hábilmente para proteger el status quo, los agentes de la historia transmigran incesantemente a lo largo de los seis caminos, a veces amando, otras, odiando, con estallidos de risa o ríos de lágrimas.

Es por eso que la justicia debe prevalecer. Lo correcto debe triunfar. Es necesario cortar la cadena de sufrimientos y de miseria. La gente común, menospreciada hasta el día de hoy, debe reaccionar y crear una era en que pueda gobernar orgullosamente. Somos su vanguardia, y uno de nuestros frentes de batalla decisivos es Osaka, ciudad de la gente, y el área vecina de Kansai.

Nobunaga, Hideyoshi y Ieyasu, caudillos del Japón feudal, lucharon por el poder, pero no compartieron el legado espiritual del mentor y el discípulo. Hideyoshi destruyó el clan Oda, e Ieyasu rompió su férrea promesa de proteger al hijo y heredero de Hideyoshi.

En el fluir constante de la historia humana, el poder es una ilusión. Lo mismo son el oro, la fama e incluso los lazos de sangre. Solo a través del legado del maestro y el discípulo se gesta una historia eterna, que permite que el nombre de las personas comunes brille por diez mil generaciones y más.

Mi mentor de vida, Josei Toda, amaba los castillos. Por eso, se llamó a sí mismo “Jogai”, que significa ‘afuera del castillo’, y luego, “Josei” o ‘sabio del castillo’. Incluso una vez me otorgó el nombre formal de “Daijo”, ‘gran castillo’, expresión que figura en el Sutra del loto.

Mi maestro solía decir: “¡Construyamos un castillo inexpugnable!”. “¡Gakkai debe erigir un gran castillo de personas capaces!”. Su voz todavía resuena en mis oídos.

Con compañeros de la Soka Gakkai que compartían ese ideal, puse todo mi corazón en la construcción del “Castillo de Kansai”. Mi mentor, con quien resolví compartir la vida y la muerte, protegía mis esfuerzos, y deseo que él se sienta feliz y orgulloso. La Soka Gakkai de Kansai es el castillo del pueblo, que construí con mi energía y pasión de juventud. Mi maestro lo llamó el “Castillo Jinzhou”. Jinzhou era una ciudad castillo amurallada de la China. Toda la ciudad era una fortaleza. A diferencia de los castillos de Japón, diseñados para proteger solo a los poderosos, Jinzhou existía para amparar a toda la comunidad y a su gente.

La base del Castillo de Osaka consta de medio millón de piedras, grandes y pequeñas, perfectamente unidas entre sí, sin la menor ranura. Eso mismo sucede con nuestro palacio de personas capaces de Kansai: es inquebrantable.

No debemos permitir que existan grietas, discriminación o distancia entre las personas. Nada es más fuerte que la solidaridad de la gente unida por el aprecio y la amistad mutuos. Esa unión es más sólida que el granito.

Nichiren establece: “El gran portal de la ciudad (2) son los dos elementos de cuerpo y mente que poseemos. Nuestra vida misma, entonces, es como “un gran portal de la ciudad”, “un gran castillo”. (3)

Los “castillos de la arrogancia” de este mundo a la larga caerán, como los frutos caen del árbol. Los grandes castillos de la Budeidad que estamos construyendo dentro de nuestra vida, por el contrario, perdurarán por toda la eternidad. La labor de erigir ese palacio interior se denomina “revolución humana”.

Soplan los vientos, esparciendo y llevándose las nubes. “Ahora, cuando Nichiren y sus seguidores entonan Nam-myoho-renge-kyo, son como el soplo de un gran viento”. (4) ¡Mientras haya un indómito clamor del espíritu de Kansai, los oscuros nubarrones se disiparán, y nuestros espléndidos palacios de oro de la victoria se erguirán cada vez más altos!

Así hemos triunfado hasta hoy, y así lo haremos por toda la eternidad. Nuestro cielo azul, altísimo y límpido, es por siempre dueño de la victoria.

1. Oda Nobunaga, que depuso al sogún Ashikaga y unificó a más de la mitad de Japón, fue asesinado cuando uno de sus criados se rebeló contra él. Toyotomi Hideyoshi completó la unificación. Después de su muerte, Tokugawa Ieyasu fundó el sogún Tokugawa (o Edo), que gobernó el Japón desde 1603 hasta 1867.[volver al texto de arriba]

2. En referencia al capítulo “El surgimiento de la Torre de los Tesoros” del Sutra del loto.[volver al texto de arriba]

3. The Record of the Orally Transmitted Teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), trad. por Burton Watson, Tokio, Soka Gakkai, 1996, pág 94.[volver al texto de arriba]

4. Ib., pág. 96.[volver al texto de arriba]

[Ensayo escrito por Daisaku Ikeda. Publicado en la serie “Esta hermosa tierra”, en el diario Seikyo Shimbun del Japón, el 23 de mayo de 1999.]