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Entrevista a Jim Garrison

28 de junio de 2011

[Extracto de una entrevista telefónica realizada el 28 de junio de 2011 al doctor Jim Garrison, profesor de filosofía de la educación del Instituto Politécnico de Virginia, Estados Unidos, por Masao Yokota, asesor del Centro Ikeda por la Paz, el Saber y el Diálogo.]

Masao Yokota: Muchas personas con las que he tenido la oportunidad de conversar me han dicho que siguen extrayendo inspiración del diálogo entre usted y el presidente Ikeda.

Jim Garrison: Fue un intercambio intenso, y aún no he asimilado todo lo que se puede aprender de él. En verdad, fue grande el efecto que tuvo sobre mí.

Yokota: El presidente Ikeda se propuso completar los cimientos de un movimiento global por la paz hasta cumplir los sesenta años de vida; su meta hasta los setenta fue establecer la filosofía de un nuevo humanismo; ahora, en su octava década, entiendo que está decidido a consumar esa tarea impulsando enérgicamente el movimiento global con espíritu eternamente juvenil. Le agradecería que analizáramos el concepto de "espíritu eternamente juvenil". Usted dijo que cuando el señor Ikeda se refirió a su maestro, Josei Toda, sus ojos se transformaron en los de un joven de diecinueve años.

Garrison: En ese momento, Ikeda no estaba simplemente haciendo un relato, estaba experimentando nuevamente todo. Ha relatado ese hecho [su primer encuentro con Josei Toda, cuando tenía diecinueve años] muchas veces. Es algo conocido. Sin embargo, para él es algo nuevo cada vez. Creo que contemplar el mundo con una mirada diferente cada día, como algo renovado y novedoso, es una condición fundamental para tener un "espíritu eternamente juvenil". En cierto sentido, pude ver al joven Ikeda en el hombre maduro que era.

Algo que también observé fue su disposición alegre y lúdica, lo cual coincide con el espíritu juvenil. La gente recela de lo lúdico cuando cree que implica cuestionar conceptos y valores establecidos. Pero Ikeda mantiene un corazón juguetón, vivaracho y avispado, que incluye una sana picardía sin malicia. El carácter lúdico es imprescindible, porque no se puede ser creativo si no se tiene una alegría juguetona que permita ver las cosas con ojos nuevos y una mente fresca. No es una cuestión de infantilismo, sino de tener un corazón puro y juguetón.

Otra cosa que me movió a la reflexión fue el hecho de que estuviéramos en una habitación rodeados de un ambiente formal, y que, sin embargo, por momentos, durante largos intervalos –de diez a quince minutos– parecía que solo él y yo estuviésemos en la sala. Esa sería otra impresión de su juventud. Una persona intensa, fascinante, incluso, curiosa… Quería conocerme. Viendo mi aspecto único, quiso conocerme en mi singularidad, más allá de mi rol como representante institucional o académico. Es casi como si un niño inquieto buscara entretenerse con una charla interesante. Todo eso me dejó impresionado. Fue como si él, en lugar de tratar de distinguir, intentara conocer. No clasifica a la gente. Intenta conocerte como ser humano. Eso es crucial para ser creativo. Fue una experiencia maravillosa, y desde entonces sigo desentrañando su significado.

Además, en el trato interpersonal, antes que nada, Ikeda confía en las personas. Desde luego, como adultos, somos cautelosos. A todos nos han hecho daño, y el presidente Ikeda ha recibido increíbles daños por parte de individuos y de organizaciones en las que confiaba. Pese a ello, no permitió que tales cosas lo desanimaran o lo volvieran receloso. Su confianza casi evidencia cierta candidez. Pero por supuesto, una candidez plena de experiencia y de sabiduría.

Una expresión que me gusta es "anew" [nuevo, renovado, de nuevo, nuevamente, volver a empezar]. Ikeda lo ve todo fresco y nuevo; eso le permite ser un creador.

Eso es algo crucial en lo relativo a la creación de valores. La capacidad de ver cada situación como algo nuevo y de encararla con actitud lúdica implica descubrir posibilidades donde los demás no pueden. Eso permite generar nuevos conceptos y valores, acordes a las necesidades de la época, que fomenten paz, educación y diálogo. Es el contexto perfecto para iniciar el diálogo: "No quiero trabajar contigo; quiero jugar contigo; veamos qué podemos hacer juntos". El presidente Ikeda no me estaba dando cátedra sobre budismo o sobre el budismo de Nichiren o la Soka Gakkai, o cualquier otra cosa. Esa postura traviesa y lúdica, la capacidad de ser fresco y nuevo, estuvo todo el tiempo en nuestra interacción. Eso es exactamente lo que se necesita para entablar un diálogo creativo, que permite crear valor y hablar con los demás.

En mi opinión, el contacto de persona a persona, cuando resulta positivo a nivel espiritual, es una de las prácticas más importantes de la Soka Gakkai.

Ikeda posee también una extraordinaria percepción moral. Tal es la cualidad de un buda. No digo que él la posea en mayor medida que cualquiera de nosotros, que también poseemos el potencial interior de Buda. Me refiero a que él es capaz de ver muy bien las particularidades. No las abstracciones, sino individuos y situaciones específicas; puede verlos por lo que son exactamente. No juzga. Simplemente percibe las cosas. Creo que también posee una imaginación moral muy rica, una escala de valores morales muy rica.

El Buda hace lo correcto, de la manera correcta, en el momento correcto, porque percibe la singularidad de la situación y despliega su imaginación para elegir la mejor posibilidad de todo. No soy un conocedor del budismo, pero en cierto sentido, pienso que es así como el Buda debería ser. Alguien que observe la situación como algo único, fresco y nuevo, y la encare con un carácter dinámico y alegre en lugar de mostrarse excesivamente serio ante ella. Seríamos demasiado serios, si decimos: "Estos son los principios de mi religión, y no los estoy transgrediendo para nadie". Tener espíritu lúdico es preguntarse: "¿Qué puedo hacer para mejorar la situación por el bien de todos nosotros?". Eso es tener alma juguetona. Es creatividad. Pero se necesita percibir las cosas con originalidad.

De modo que, cuando revisé el texto de nuestro intercambio para comprobar lo que había llegado a significar para mí en este tiempo, esas dos palabras, "eternamente juvenil", lo definieron casi por completo.

Me ha llevado bastante tiempo comprender cabalmente lo que significó esa interacción. Nadie comprende del todo lo que implica un intercambio enriquecedor. En general uno solo sabe que ha recibido un obsequio, y que, tal vez, también ha entregado a su vez otro.

Yokota: Una parte del diálogo que impresionó a muchas personas fue cuando usted y el presidente Ikeda departieron sobre la relación entre el maestro y el discípulo. A su parecer, ¿cuál sería el mejor proceder de un discípulo o alumno, ante ese espíritu juvenil del mentor?, ¿cuál es la más valiosa enseñanza que pueden extraer de ese espíritu?

Garrison: En cierto sentido, el conocimiento es importante. Ikeda estudió en la "Universidad Toda" y cuenta con más de trescientos grados honorarios que demuestran una buena educación. Pero la sabiduría, por supuesto, siempre está más allá del conocimiento. Lo que Ikeda hizo fue absorber el espíritu de Josei Toda. Y podría agregar que, a través del espíritu de Toda, el espíritu de [Tsunesaburo] Makiguchi, y a través de ambos, el espíritu de Nichiren y del budismo de Nichiren.

Se trata de algo medular, porque esas cosas se transmiten a través de lazos humanos directos. Conozco a mucha gente que ha interactuado directamente con Ikeda y que recuerda lo mismo que yo, aunque el encuentro no haya durado más de treinta segundos. Para mí, espiritualidad significa mantener una relación íntima con el mundo, en el que nuestra acción creativa adquiere importancia.

En lugar de algo dirigido del maestro al discípulo, se trata de un flujo recíproco. Por cierto, el mentor y el discípulo viven juntos un espíritu más amplio. Ambos están tratando de liberar su naturaleza de Buda, y el mentor no puede lograrlo sin el discípulo. Cada maestro y cada discípulo se ayudan mutuamente para manifestar su potencial de Buda.

El espíritu que se transmite no es una sustancia etérea. Está en la energía; es la energía juvenil que se genera dentro de la relación maestro-discípulo. Lo que quiero decir, de alguna forma, es que el maestro y el discípulo son como dos jóvenes. Uno es profundamente más sabio que el otro, pero, en cierto sentido, ambos son siempre jóvenes y están aprendiendo. La pauta rectora –espiritual– la da el maestro. De modo que, ¿eres joven? ¿Eres juguetón? ¿Eres travieso? ¿Ves el mundo con ojos frescos y nuevos cada día? ¿Confías en otros? ¿Eres curioso? ¿Te comprometes? Si has aprendido todo esto del maestro, significa que se efectuó la transmisión del mentor al discípulo.

Yokota: En cierto sentido, el señor Ikeda es un gran ejemplo de discípulo.

Garrison: Estoy totalmente de acuerdo.

Yokota: En relación a lo que usted dijo acerca del discípulo que aprende de la pauta rectora, creo que esa es la fuente esencial. Ikeda no copió a Toda, y Toda no copió a Makiguchi. Cada uno hizo florecer plenamente sus cualidades únicas.

Garrison: Exactamente, y es allí donde el espíritu eternamente juvenil es importante. Hay en todo ello algo eterno. Es la fuerza vital o la ley, o como quiera llamársele. Es como la enseñanza del Buda, que sigue siendo la enseñanza, pero si uno la comprende, puede ponerla en práctica de un modo único, con su propio estilo, tal como uno es. Y solo puede hacerlo en la situación en que se encuentra en el momento. No se podría ser un buen mentor si no se fue antes un buen discípulo. Incluso en una interacción normal entre docentes y alumnos, si los roles no pueden revertirse, estamos ante una mala relación. El mentor necesita al discípulo tanto como este necesita al mentor. La manera en que se concreta ese espíritu debe ser nueva en cada generación. Hasta me atrevería a decir que tiene que ser algo nuevo cada día.

Jim Garrison es profesor de filosofía de la educación en el Instituto Politécnico de Virginia, en Blacksburg, Virginia, Estados Unidos, y ex presidente de la Sociedad John Dewey. Es especialista en John Dewey y el pragmatismo norteamericano. El diálogo que mantuvo con Daisaku Ikeda y Larry Hickman, director del Centro de Estudios sobre Dewey, se publicó en forma de serie en la revista educativa japonesa Todai, con el título tentativo de New Currents in Humane Education: Dewey and Value-creating Pedagogy [Nuevas Corrientes en educación humanística: Dewey y la pedagogía de creación de valor].

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