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La tradición de la Universidad Soka

[IKEDA, Daisaku: Seikyo Shimbun, Tokio, 15 de marzo de 1998. Escrito bajo el seudónimo literario de Ho Goku.]

Pronto nos darán la bienvenida los sonrientes rostros de las flores de cerezo.

Decenas de miles de brillantes y talentosos jóvenes graduados han cruzado las puertas de la Universidad Soka, ciudadela de la sabiduría y del intelecto; van camino al siglo XXI. Precisamente el otro día, supe que ciento sesenta y dos de nuestros estudiantes (incluyendo los de cursos por correspondencia) aprobaron el examen para obtener empleo como maestro de prefectura en 1998. Como fundador de la Universidad Soka, me es imposible expresarles cuán feliz me siento.

En estos últimos años, la recesión económica generó un incremento en la cantidad de postulantes para el examen. Por otro lado, el índice de natalidad sigue descendiendo, y menos niños en edad escolar significan menos vacantes en la docencia. Sin embargo, a pesar de la intensa competencia, cada año, durante siete ciclos consecutivos, más de cien estudiantes de la Universidad Soka han pasado la prueba. Personas de todas partes del Japón han alabado este récord maravilloso.

Los felicito de todo corazón por su espíritu invencible. También deseo expresar mi profunda gratitud a los profesores y al personal de la universidad que los han alentado y apoyado siempre.

Desde la primera graduación, en 1975, hasta el presente, más de dos mil cuatrocientos egresados han obtenido empleo como maestros en escuelas públicas y privadas. Estoy seguro de que esto deleitaría al primer presidente de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, padre de la educación para la creación de valor.

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La educación es nuestra tarea más importante, porque es lo que moldea a nuestros futuros líderes.

En la primavera de 1930, el señor Makiguchi le decía en una carta a un amigo: “La reciente política educativa, como también los maestros en las aulas, se han vuelto totalmente burocráticos y abúlicos; destruyen todo el propósito de la educación. Esto coloca en grave peligro al futuro del Japón”.

La decadencia de la educación deviene en la decadencia moral y espiritual, tanto de los ciudadanos como de la sociedad que integran. Por eso, el señor Makiguchi abogó por una reforma educativa y deseó, más que nada, forjar maestros sobresalientes.

El 18 de noviembre del año en que escribió esta carta, fundó, junto con Josei Toda (luego, segundo presidente de la Soka Gakkai), la Soka Kyoiku Gakkai (Sociedad educativa para la creación de valor).

El señor Makiguchi creía que el propósito de la educación era brindar felicidad a los niños. Albergaba una clara visión de la persona que llevaría adelante la sagrada tarea: no era alguien que se acomodaba en el trono del saber, sino un servidor público que guiaba a quienes aspiraban a ese trono.

El suyo fue un clamor revolucionario por una educación humanista.

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El señor Makiguchi solía decirle a su familia: “En el futuro, habrá una escuela que pondrá en práctica los métodos educativos para la creación de valor, desde el jardín de infantes hasta el nivel universitario. El joven Toda se ocupará de que mi tarea continúe”. Y el señor Toda me dijo a mí, su discípulo: “Trabajemos juntos para fundar la Universidad Soka; si no es en mi generación, será en la tuya. Confío en ti. ¡Hagamos de ella una universidad de nivel mundial!”.

Esto fue a fines del otoño de 1950. Las empresas del señor Toda estaban en una situación muy difícil, pero, aún así, él podía mirar con serenidad el futuro lejano y distante.

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La educación será mi obra final. Tanto el señor Makiguchi como el señor Toda eran docentes. Aunque yo jamás estudié para maestro ni enseñé en un aula, he podido realizar el deseo de ambos; establecí el sistema educativo Soka y logré que los ideales y los principios de la educación para la creación de valor fueran reconocidos por todo el mundo. Esta ha sido mi misión como discípulo.

La terminante exposición que el señor Makiguchi hizo de sus ideales educativos —Soka Kyoikugaku Taikei (Sistema pedagógico para la creación de valor)— ya ha sido traducida a cuatro idiomas. Esto me complace inmensamente. Además, tanto en el Brasil como en los Estados Unidos, una cantidad de escuelas han incorporado esas ideas en su plan de estudios y han obtenido resultados notables. Los alumnos muestran una participación más activa y sus notas han mejorado. Especialmente en Brasil, la educación para la creación de valor ha tenido una amplia acogida; en 1995, sólo una escuela utilizaba este método; hoy, son dieciocho.

Enfrentamos una crisis educativa mundial, y a lo largo de los años, la propuesta del señor Makiguchi ha llegado a brillar como una luz en la oscuridad, como el medio idóneo para destacar los verdaderos valores.

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Tengo encuadernados muchos ensayos escritos por graduados de la Universidad Soka. Son unas dos docenas de volúmenes que incluyen trabajos de estudiantes de la primera promoción y de años recientes. Los conservo frente al Gohonzon y continúo orando por el crecimiento y la felicidad de cada graduado. Con frecuencia, hojeo las páginas, pregunto por esta persona y por aquella; algunas veces envío un libro, un mensaje breve o un poema, para alentarlos. Todos ellos son seres preciosos que han venido a estudiar en la universidad que yo fundé. Nos une un firme lazo humano, una promesa hecha en los días de juventud.

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Muchos de nuestros estudiantes van a la Universidad Soka de los Estados Unidos, en Calabasas, California, para seguir un curso breve de inglés y experimentar las vivencias de un viaje al extranjero. También se aproxima rápidamente la inauguración de la ciudad universitaria en el condado de Orange de los Estados Unidos.

Hasta la fecha, la Universidad Soka está participando en programas de intercambio con sesenta y siete universidades alrededor del globo.

Un conjunto de primeras figuras se está reuniendo para preparar la gran actuación en el escenario del siglo XXI.

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