a+ a- print

¿Qué es la revolución humana?

Introducción

A lo largo de la historia y en sentido general, pero más específicamente desde los albores de la edad moderna, el ser humano ha creído que la clave para la felicidad yace en transformar el mundo externo, es decir, el ambiente natural o los sistemas sociales. Este ha sido el foco primordial. De ahí que la humanidad no transformó su modo de vivir; tampoco no exageraría en decir que dedicó poca atención o dejó en el olvido su desafío de regular y controlar las funciones interiores del corazón y de la mente. Pero hoy, la tarea de cambiar y elevar el mundo interior ha cobrado una importancia inusitada. A ese esfuerzo lo denominamos «revolución humana».
(Adaptado del diálogo con Aurelio Peccei, Antes de que sea demasiado tarde1, publicado en japonés en octubre de 1984.)


(Adaptado del diálogo Conversaciones sobre la juventud, publicado en japonés, en marzo de 1999. 2)

La revolución humana no es algo especial o fuera de lo común. Por ejemplo, un niño que se la pasa jugando y nunca estudia, un día piensa en serio y decide: «Voy a esforzarme porque quiero tener un buen futuro». Esto sería hacer la revolución humana para este niño.

Una madre, por ejemplo, que vive centrada exclusivamente en la felicidad de su familia, pero un buen día, se dice: «No tengo la seguridad de que esta dicha que disfruto hoy dure para siempre. Voy a buscar una clase de felicidad que sea indestructible». Y entonces, a través de su fe y de su práctica budista, aprende a impulsar y apoyar a su familia de un modo más firme. Eso sería la revolución humana para esta madre.

O, verbigracia, supongamos que hay un padre cuyo mundo se reduce a sí mismo, a su familia y a sus amigos. En determinado momento, decide expandir ese mundo limitado y empieza a preocuparse por las personas enfermas o por la gente que sufre, con el deseo de ayudarlas a que su vida mejore. Eso sería la revolución humana de ese padre.

En otras palabras, la revolución humana consiste en abrir bien los ojos y mirar más allá de las preocupaciones inmediatas, esforzarse y dedicar las propias acciones a algo más elevado, más amplio y superior.

Alguien que, en principio, parecía un caso irremediable, comienza a practicar el budismo y logra una transformación trascendental en su vida; a través de su gran cambio interior llega a ser un individuo capaz de inspirar a miles de personas.

Las circunstancias en que uno sufre intensamente, los momentos en que uno no sabe qué hacer o hacia dónde dirigirse, son oportunidades valiosas para dar grandes pasos adelante en la propia revolución humana.

Si tienden a desalentarse con facilidad, cada vez que esto les ocurra renueven su determinación. La gente que decide ver los problemas como oportunidades y sigue esforzándose, arremetiendo contra las dificultades sin perder el optimismo, sin falta triunfará en su revolución humana.

Nuestra existencia es una compleja trama de diversos factores; en ella se conjugan nuestras costumbres y personalidad, nuestro karma y nuestras relaciones familiares, pero todos estos elementos suelen entremezclarse y no es fácil sentir libertad con respecto a ellos. La gente se pasa la vida haciéndose problema y sufriendo por cosas inmediatas o de poca monta, y cuando quieren acordarse, ya se les termina el tiempo. La mayoría concluye sus días sin salir del círculo de los seis estados inferiores: el infierno y los mundos de las entidades hambrientas, de los animales, de los asuras, de los seres humanos y de los seres celestiales.

La revolución humana es una revolución en las acciones, en la conducta. Significa adoptar voluntariamente una forma de actuar basada en el amor compasivo, y elegir acciones que trasciendan el ciclo de los seis estados bajos y den lugar a los estados de bodhisattva y de Budeidad.

Cuando la revolución humana se extiende a la familia, al país y al mundo, se convierte en una noble e incruenta revolución para la paz.

Hay muchas clases de reformas: políticas, económicas, industriales, científicas y artísticas. Hay revoluciones que afectan la distribución de bienes y servicios, las comunicaciones y tantos otros quehaceres humanos. Cada una es significativa a su manera, e incluso necesaria. Pero ninguna de ellas cambiará el mundo si las personas que implementan los cambios son egoístas y no aman a sus semejantes. La revolución humana es el cambio más fundamental, y representa el proceso transformativo esencial para la humanidad.

En tal sentido, será un foco primordial para el mundo del mañana. Es la base espiritual para orientar todos los aspectos en una nueva dirección positiva, incluso nuestras ideas sobre la vida, la sociedad y la paz. Creo que la revolución humana será un concepto de importancia clave para el siglo XXI.

Solo los seres humanos tenemos la capacidad de aspirar a la autosuperación y al crecimiento interior. Poseemos la facultad de cambiar conscientemente la dirección de nuestra vida, de enriquecerla y profundizarla en vez de dejarla transcurrir sin propósito.

La gente tiende a considerar que el camino a la grandeza pasa por ascender peldaños en la escala del prestigio social. Pero la revolución humana es mejorar nuestra vida de maneras más profundas y esenciales. Además, tiene un aspecto eterno. Es muy superior al simple progreso mundano.

Los seres humanos siempre somos y seremos eso: seres humanos; no podemos aspirar a convertirnos en algo superior o trascendental. Por eso, lo más importante es crecer y transformar nuestra vida como seres humanos. Aunque lleguemos a adquirir fama, posición social, títulos académicos, conocimientos o dinero, si somos espiritualmente pobres, nuestra vida será vacía y empobrecida por dentro.

Lo que cuenta es cómo somos cuando nos despojamos de todos los atributos externos; quiénes somos... nosotros mismos. La revolución humana consiste en transformar nuestra vida y nuestra subjetividad en el nivel más esencial y medular.

Shakyamuni fue príncipe, pero abandonó todos los privilegios de su linaje real y buscó la verdad sobre la vida. Esa fue su revolución humana. Nichiren Daishonin también declaró abiertamente ser miembro de la clase social más baja de su época, «hijo de una familia chandala»3.

La humanidad libró dos Guerras Mundiales en el siglo XX. Cientos de millones de personas experimentaron un sufrimiento infernal. ¿Cuál fue la causa? Si nos ponemos a analizarlo, llegamos a la conclusión inevitable de que somos las personas las que debemos cambiar; debemos convertirnos en seres orientados a la bondad y el amor compasivo.

Hoy, muchos se inquietan ante un resurgimiento de los nacionalismos y los autoritarismos. Se está olvidando la gran tragedia de la Segunda Guerra Mundial, pese a que ocurrió apenas hace medio siglo. Por eso es tan importante la presencia de la SGI, una organización inamovible en defensa de la paz.

El señor Toda pasó dos años en prisión durante la Segunda Guerra Mundial por su oposición al militarismo japonés. Eso fue lo que me inspiró a ingresar en la Soka Gakkai y lo que me infundió confianza en él. No sabía nada acerca del budismo. Pero tenía fe en el señor Toda como ser humano. Para mí, recorrer el camino de la inseparabilidad entre maestro y discípulo fue hacer mi revolución humana.

Comparte esta página en

  • Facebook
  • X