a+ a- print

Crear vínculos con las universidades del mundo:
Universidad Estatal de Moscú

(De la serie de ensayos «Crear vínculos con las universidades del mundo», publicada en la edición del 24 de septiembre de 2006 del Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai.)

El camino de las universidades es la senda de la búsqueda de la verdad y la creación de valores. Las puertas de acceso son los portales hacia la paz mundial y el futuro de la humanidad.

En la mañana del 9 de setiembre de 1974, crucé en coche el puente sobre el río Moscú, cuyas aguas resplandecían con el sol otoñal, y me dirigí a las Colinas del Gorrión. Las hojas de los abedules blancos que adornaban las calles habían adquirido un hermoso color dorado. Pronto pude observar los magníficos edificios de la Universidad Estatal de Moscú; el pabellón principal —de treinta y dos pisos y doscientos cuarenta metros de altura—, ubicado en el centro del campus, se erguía con una majestuosidad impresionante. El rector Rem Khokhlov (1926-77) me guió a su oficina en el noveno piso. Lo primero que vi al abrirse las pesadas puertas de madera, fue un inmenso tapiz que ocupaba casi toda una pared con la vista panorámica de la universidad.

Sonriente, el rector me explicó que el tapiz había sido un obsequio de la Universidad de Pekín. En aquella época, las relaciones chino-soviéticas atravesaban momentos sumamente tensos. Incluso durante mi visita a Pekín, tres meses antes (en mayo de 1974), había visitado un refugio subterráneo construido para el caso de que se produjera un ataque soviético. Sin embargo, los ámbitos académicos de ambas naciones estaban firmemente unidos por lazos de mutua confianza. La Universidad de Moscú había permanecido incólume como bastión de una amistad inquebrantable.

*

Disaku Ikeda charla con estudiantes de la Universidad Estatal de Moscú en septiembre de 1974.

Encuentro con estudiantes de la Universidad Estatal de Moscú durante una visita a la URSS (Moscú, septiembre de 1974)

Aquel día de otoño incipiente, me senté en un rincón del jardín del campus para disfrutar de una amena charla con un grupo de estudiantes. Después de todo, los alumnos son el alma de una universidad. Les formulé una serie de preguntas: «¿Qué materias les parecen las más difíciles?», «¿Qué países desean visitar?». Cuando les pregunté cuáles consideraban que eran los puntos a favor y en contra del capitalismo y el marxismo, uno de los jóvenes contestó: «Marx y Lenin ya respondieron a esa pregunta. Por favor, lea sus libros». La ingeniosa respuesta fue festejada por todos.

«¿Por qué estudian?», pregunté. «¡Para contribuir a la sociedad y a la paz del mundo!», exclamó un alumno, cuyos ojos brillaban con juvenil fulgor.

Una apertura para el intercambio

La infatigable búsqueda del saber, la contribución al bienestar del pueblo, la forja de la juventud y el diálogo abierto al mundo… La humanidad puede encontrar un ámbito propicio para el entendimiento y la armonía en las universidades y en los propósitos que las guían. El conocimiento académico trasciende fronteras, ideologías y razas.

Creo que las universidades tienen el potencial para convertirse en fuerzas catalizadoras para crear una nueva alianza global por la paz. Debemos fijar nuestra mirada unos cien o doscientos años en el futuro, necesitamos estrechar lazos entre universidades y tender puentes de entendimiento internacional, expandiendo el intercambio académico y educativo en todos los niveles.

Como fundador de la joven Universidad Soka, que en aquel entonces tenía cuatro años de existencia, dije al rector Khokhlov: «Comparada con su venerable institución, la Universidad Soka es como una pequeña nieta de corta edad; sin embargo, mi sueño es que para el siglo xxi, nuestro centro de estudios sea tan respetado como el suyo, y que pueda efectuar contribuciones esenciales a la humanidad».

El doctor Khokhlov, rector de uno de los centros de educación superior más renombrados del mundo, asintió con la cabeza y sonrió: «La Universidad Soka posee un espléndido espíritu fundacional que proclama los valores universales de los seres humanos. Por ello, en la Universidad Estatal de Moscú estamos decididos a establecer una relación mutuamente enriquecedora con su institución». Los pensadores más destacados del mundo tienen un solo criterio para evaluar el verdadero valor de una universidad: cuán fiel es a los ideales sobre los cuales ha sido fundada, y cuán exitosa ha sido en hacerlos realidad.

El extenso programa de intercambio académico de la Universidad Soka con los centros de estudios de todo el mundo se inició con la Universidad Estatal de Moscú, durante mi primera visita a la Unión Soviética. Dentro del claustro de la Universidad Soka, algunos consideraban prematuro establecer este tipo de intercambios; sin embargo, yo estaba decidido a aprovechar al máximo ese histórico momento.

Ya han transcurrido más de treinta años, y desde los días de la Unión Soviética hasta la Rusia actual, más de doscientos cincuenta maestros y alumnos han participado en intercambios entre las dos universidades. Los estudiantes rusos y japoneses que fueron parte de estos programas se han convertido en nexos entre ambas naciones y se desempeñan exitosamente en los ámbitos de la sociedad donde actúan.

La Universidad Estatal de Moscú M. V. Lomonosov, nombrada en homenaje a su fundador Mikhail V. Lomonosov (1711-65), abrió sus puertas en 1755; el año pasado celebró 250 años de existencia. Lomonosov, hijo de un pescador, nació en un pequeño pueblo costero del Mar Blanco, al norte de Moscú, en la época de los zares. Tras superar numerosos obstáculos, se convirtió en un notable científico. Debido a la discriminación que sufrió por su baja condición social, Lomonosov decidió fundar una universidad abierta a estudiantes de todos los estratos de la sociedad.

Poner el conocimiento académico al alcance del pueblo

El conocimiento académico no debe estar restringido a las clases privilegiadas. Las universidades existen para servir a aquellos que no han tenido la posibilidad de acceder a estudios superiores. La Universidad Estatal de Moscú tuvo orígenes muy modestos; empezó con un aula construida en una farmacia remodelada. Lomonosov contaba 43 años cuando creó la institución que lleva su nombre, la misma edad que tenía yo cuando fundé la Universidad Soka.

Lomonosov fue objeto de obstinados ataques por parte de los miembros de la elite académica. Ni siquiera fue invitado a la ceremonia inaugural de la universidad. Sin embargo, escribió el siguiente enunciado poético de sus objetivos a largo plazo:

Aunque mi propia vida
termine en la oscuridad y la desilusión,
si estas jóvenes mentes florecen con orgullo
y siguen el camino que les he trazado,
innumerables herederos de mis ideales
nacerán en Rusia.

Incluso luego de que la universidad se pusiera en funcionamiento, hubo un profesor que intentó menoscabar y repudiar los ideales educativos establecidos por Lomonosov. Pero fue enfrentado por los discípulos, quienes lucharon resueltamente para mantener íntegra la visión de su mentor y acordaron denunciar a todo aquel que osara traicionar el espíritu fundacional de su alma máter.

*

Un centro de estudios superiores crecerá y prosperará ininterrumpidamente mientras su espíritu fundacional sea preservado y se mantenga vigente. Una universidad se hace inmortal cuando los principios que la cimentaron se transmiten fielmente, de generación en generación.

He disfrutado de la amistad y confianza de tres rectores sucesivos de la Universidad Estatal de Moscú: Rem Khokhlov, Anatoli Logunov y Victor Sadovnichy. Todos han mostrado gran respeto por la Universidad Soka y la han visitado en varias oportunidades. Es más, he publicado cuatro diálogos con ellos: dos con el doctor Sadovnichy y uno con cada uno de los rectores restantes.

¿Cuál es el espíritu fundacional de la Universidad Estatal de Moscú? El doctor Sadovnichy dijo: «El principio fundacional de nuestra institución consiste en permitir a los estudiantes la construcción de una sólida base de su personalidad y su intelecto. En otras palabras, hacer que los jóvenes comprendan los principios que gobiernan la naturaleza y la sociedad y sus cualidades esenciales, en lugar de poner énfasis en la simple acumulación de conocimientos». Construir una «sólida base» significa fomentar la genuina adquisición de cultura entre el estudiantado, que el rector Sadovnichy define como «el desarrollo de la integridad como individuo mediante el contacto y la interacción entre profesores y alumnos».

Cuanto más conocimiento se tiene, mayor importancia cobra el uso que se le dará. Sin una filosofía y una sabiduría claras y coherentes que encaminen dichos conocimientos, las universidades solo contribuirán a formar poco más que «animales bien entrenados». El doctor Sadovnichy afirmó que las aulas muy pobladas no eran adecuadas para forjar estudiantes verdaderamente capaces. Destacó la importancia de un contacto estrecho y continuo entre profesores y alumnos, y la necesidad de que los educadores atiendan los requerimientos individuales de cada educando.

La transmisión del conocimiento como sólida tradición

La Universidad Estatal de Moscú se enorgullece no solo de contar con un impresionante número de graduados ilustres, sino también de estar firmemente comprometida con la creación de un estrecho vínculo mentor-discípulo para asegurar la transmisión del conocimiento. Aún recuerdo con profunda gratitud mi primera visita a la Universidad en mayo de 1975, cuando fui testigo de este solemne compromiso. Había sido invitado para dar una conferencia y el profesor Leon Strijak, mi intérprete en la presentación, había trabajado arduamente toda la noche anterior, traduciendo el manuscrito de mi discurso. Mientras yo estaba en el podio, uno de sus mejores alumnos estaba sentado detrás de él, con el manuscrito de la traducción en mano, listo para asistirlo ante cualquier eventualidad.

Yo también tuve un maestro que se dedicaba con alma y vida a forjarme. Se trata de mi mentor, el señor Toda, quien me formó en lo que yo llamo afectuosamente «la Universidad Toda». Nuestra universidad, conformada solo por nosotros dos, era a la vez la más pequeña y mejor institución del mundo. El señor Toda se empeñó en prepararme de tal manera que yo fuese capaz de conversar acerca de cualquier tema con cualquier dirigente o académico de talla mundial. El camino hacia las universidades del mundo es la misma senda de mentor y discípulo que yo he recorrido junto con el señor Toda.

Hace treinta y un años, cuando recibí mi primera distinción honorífica, al ser nombrado doctor honoris causa de la Universidad Estatal de Moscú, manifesté a la audiencia que deseaba construir un Camino de la Seda espiritual iluminado por los corazones de los ciudadanos globales, y que estaba decidido a recorrer todos los rincones del planeta para cumplir con este objetivo. Mi mayor fuente de alegría es constatar que hoy muchos jóvenes están recorriendo con coraje ese Camino de la Seda espiritual que he trazado para unir al mundo.

Lomonosov declaró: «La verdad nos brindará la victoria».

Eminente y renombrada
Universidad Estatal de Moscú;
resplandor del intelecto,
hogar de mi primer doctorado honorario.

Comparte esta página con

web share