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Entrevista con el doctor Denis Brière

[Extracto de una entrevista al doctor Denis Brière, rector de la Universidad Laval de Quebec, Canadá, realizada el 7 de octubre de 2011 por Masao Yokota, asesor del Centro Ikeda por la Paz, el Saber y el Diálogo. El 4 de mayo de 2010, la Universidad Laval confirió en Tokio un doctorado honorario en Educación al presidente de la SGI, Daisaku Ikeda.]

Masao Yokota: ¿Me permite preguntarle sobre su impresión general de la visita que realizó a la Universidad Soka, en ocasión de la ceremonia de entrega del doctorado honorario y, asimismo, sobre su intercambio con el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda?

Denis Brière: Fue un verdadero privilegio estar allí. Era mi primer viaje a Japón, y fue impresionante la bienvenida que nos brindaron en la Universidad Soka y en el Japón en general. Conocer al doctor Ikeda despertó mi inquietud por la relación de las universidades con su entorno, y por la educación básica. Él ya se había referido a estos temas en algunos de sus libros. Es importante recibir una capacitación apropiada; pero la misión esencial de la universidad es educar a los alumnos para que sean parte de la sociedad. El compromiso es de suma importancia.

Los valores que el doctor Ikeda mencionó en su discurso de agradecimiento por el doctorado honorario y durante mi intercambio personal con él realmente resaltaron el hecho de que estamos capacitando y educando a los ciudadanos del mañana. Necesitamos demostrar esa apertura y esa clase de formación transversal en la universidad. Él definió lo que debemos hacer a partir de ahora.

Cuando visitamos la Escuela Soka, quedé impresionado al ver cómo los chicos apreciaban la educación. Se puede sentir que es toda una prioridad para ellos. Se ve claramente que participan con alegría, que disfrutan mucho de la formación que reciben y que en verdad les gusta el sistema educativo. Esa es una de las fortalezas del enfoque educativo del doctor Ikeda. Se tiene el mismo patrón educativo desde la primaria, la secundaria, hasta en el nivel universitario. A los estudiantes les interesa esa clase de enfoque, porque les proporciona confianza en sí mismos y una vía para desarrollarse como integrantes de la sociedad. El sistema educativo se centra en el individuo, y los alumnos se convierten en mejores ciudadanos porque se desarrollan como personas. Una consecuencia natural de su amplitud y confianza es el logro de una mayor satisfacción personal y profesional.

Esos son los valores propugnados por el doctor Ikeda que mayor impacto tuvieron sobre mí.

En su alocución, pude apreciar realmente el énfasis que el doctor Ikeda pone en el valor de la familia, especialmente, de las madres. No sé si lo hizo porque mi madre aún vivía en ese momento, a los noventa y nueve años. Pero él dejó muy en claro que es la familia la que tiene la importantísima función de continuar la educación de los niños, y que el papel más crucial en tal sentido lo desempeña la madre. Es una verdad indiscutida en todo el mundo que las madres ejercen una enorme influencia. Así sucedió con mi madre, quien tuvo un gran ascendiente sobre mí. Dentro de la familia, es generalmente la madre la que alienta a sus hijos a educarse. La comunidad y el entorno también pueden brindar su incentivo, pero quien despierta primero ese fuerte deseo de buscar una educación es la familia, principalmente la madre. De modo que me sentí conmovido cuando el mencionó ese punto en su discurso.

El doctor Ikeda hizo plantar dos árboles en el Jardín Conmemorativo Makiguchi: uno en honor de la Universidad Laval y otro en honor de mi madre. Toda mi familia tiene ahora una foto del árbol que él plantó para mi madre. Por lo tanto, si un miembro de mi familia visita el Japón algún día, sin falta acudirá a contemplar el árbol. Mi madre falleció en septiembre de 2010, a los noventa y nueve años. Estaba completamente en paz. En las palabras que pronuncié en su funeral, hablé de ese árbol, porque era algo muy especial que reflejaba los valores del doctor Ikeda. También agradecemos el árbol en honor de la Universidad Laval. Pero el primero era algo muy personal, que me conmovió profundamente. Aún ahora me emociono cuando hablo de ello.

Yokota: Usted se refirió a su madre cuando visitó la Escuela Soka. A modo de respuesta, el señor Ikeda habló sobre ella en la ceremonia [de imposición del doctorado]. ¿Eso lo sorprendió?

Brière: Oh, sí. Mucho. En esa clase de ceremonias, ante casi cinco mil personas y tres mil en otro auditorio, es decir, ante un total de ocho mil personas, el doctor Ikeda eligió hablar sobre mi madre. Me emocioné tanto, que casi lloré. ¡Le debo tanto a mi madre! Fue un bello gesto y, por añadidura, ¡el árbol! Significa aun más para mí, porque soy especialista en silvicultura.

Yokota: En cada ceremonia de graduación de la Universidad Soka a la que he asistido, el señor Ikeda ha mencionado siempre la importancia del agradecimiento, en especial, hacia los padres. Ha afirmado también que la gratitud es la esencia de la educación. ¿Qué piensa usted al respecto?

Brière: Cuando uno experimenta reconocimiento por algo, ese valor se integra en la propia vida. Creo que eso es a lo que el doctor Ikeda se refiere cuando sostiene que hay que expresar gratitud. Si uno agradece, significa que uno contribuye con ese valor y lo hace suyo. Eso fue lo que sentí que sucedía con los alumnos primarios y de los demás niveles de las instituciones educativas Soka. Todos ellos aprecian la educación, lo que demuestra que poseen buenos valores.

Yokota: Hace algunos años, un profesor de filosofía de los Estados Unidos visitó la Universidad Soka del Japón. Él suponía que, al haber sido esta una institución fundada por un budista, vería muchas estatuas del Buda en el campus. Su sorpresa fue grande al encontrarse con numerosas esculturas europeas.

Brière: Alguien me preguntó mientras estábamos en Japón por qué la Universidad Laval, con raíces históricas en el catolicismo, otorgaría un doctorado honorario al señor Ikeda. Permítame decirle que la religión nada tiene que ver con ello. Un doctorado honorario es demostrar reconocimiento hacia la labor de un individuo. Lo que reconocemos son sus valores y sus aportes a la sociedad en general. La religión no desempeña ninguna función en ese caso. No se trata de un enfoque religioso en absoluto.

Y también preguntaron si la comunidad universitaria estaba incómoda porque habíamos hecho una excepción viajando a Japón para conferir el doctorado honorario. No lo hacemos usualmente. Pues bien, respondí abiertamente que no habíamos recibido ningún comentario adverso sobre ese punto. Publicamos la noticia en el diario de la universidad. Y la gente, muy por el contrario, pensó que se trataba de un hermoso gesto. No existió absolutamente ningún aspecto negativo en relación con nuestra visita al Japón. Fue un gran placer para nosotros la recepción que nos brindaron, el intercambio educativo y cultural, y haber conocido al doctor Ikeda.

Es necesario ser claros aquí. El procedimiento para conceder un doctorado honorario involucra a toda la comunidad universitaria. No es mi decisión y tampoco es la decisión del cuerpo docente, per se. Los docentes presentan propuestas que van a un comité independiente. Yo no pertenezco a ese comité. Ellos reciben la recomendación, y esta llega al consejo. El consejo debate la propuesta, y se realiza una votación. La propuesta fue muy bien recibida. Me permito decir que la aprobación fue unánime. No dejé de señalarlo claramente cuando entregamos el doctorado honorario al doctor Ikeda. Es realmente un obsequio de nuestra comunidad universitaria, y el grado de reconocimiento más elevado que la Universidad Laval puede conferir a alguien. Fue muy bien recibido, y usted puede transmitir al doctor Ikeda o a quienes lo acompañaron que tuvimos gran beneplácito y que la Universidad Laval se sintió especialmente honrada, pues se trató del primer doctorado conferido al doctor Ikeda desde Canadá. Fue un honor para nosotros ser los primeros.

El doctor Ikeda realiza innumerables esfuerzos a nivel mundial en bien de la educación, la paz y el fortalecimiento del ser humano. Él es un auténtico hacedor, alguien que realiza todo esfuerzo posible para concretar las convicciones que abriga. No otorgamos reconocimientos a quienes solo dan discursos. Hablar a menudo carece de significado. Solamente indica que alguien tiene buena oratoria.

Yokota: ¿Cómo reaccionó su madre al saber que se plantó un árbol en su homenaje?

Brière: Me preguntó: "¿Es cierto?". Y yo le respondí: "Sí, observa la fotografía". Dado que soy ingeniero forestal, ella quiso saber si esa había sido la razón. "No, no", repliqué. "Lo agradezco, pero no fue porque soy ingeniero forestal. Fue por ti. El señor Ikeda tuvo ese gesto por ti, por la importancia de ser madre". Él realmente comprendió lo que significaba tener una madre de edad tan avanzada, que había hecho tanto por su hijo durante su larga vida.

Ella exclamó: "¡Oh, Dios mío! ¡He quedado inmortalizada en Japón!". Yo le respondí que así era y que iba a permanecer allí para siempre. Mi madre se sintió profundamente emocionada.

Yokota: ¿Qué significan los árboles y los bosques para usted?

Brière: Creo que toda planta y toda forma de vida poseen raíces. Como individuo, uno tiene raíces, es decir, su historia, su cultura, su ámbito circundante. Esas son las raíces. A partir de allí, uno crece; cada año, uno crece, como un árbol. Tal vez un poco menos cuando envejece, pero sigue creciendo. De modo que ese es el significado de un árbol para mí. Por eso fue tan importante la plantación del árbol. Así se lo expliqué a mi madre. "Mira ese árbol que estará allí por siempre. Y va a crecer en tu memoria". Como ingeniero forestal, eso tiene para mí un valor más grande aun. Observar la continuidad como si fuera un árbol. Está allí. Permanece allí. Crece. Toma todos sus nutrientes y necesita seguir creciendo. Lo hace con naturalidad. En tiempos de sequía, a veces crece un poquito mejor. Así actúan los cimientos; cuando se nos presentan los problemas en la vida, tenemos que ir un poco más allá para encontrar nuestros recursos. Eso es lo que hace un árbol. Crece más para conseguir los recursos necesarios, el agua y los nutrientes. Ese es el paralelo entre un árbol y un ser humano.

A propósito, el doctor Ikeda me obsequió un libro de fotografías tomadas por él. Cuando yo era joven, me gustaba mucho la fotografía; pero, con los años, tuve que dejarla a un lado. Sin embargo, después de ver las imágenes del señor Ikeda, decidí retomarla. He comprado un nuevo equipo fotográfico y estoy tomando clases. Ese libro fue mi inspiración. Creo que la fotografía es una buena manera de proyectar los propios valores y creencias. Hace poco fui a Resolute Bay, en el Ártico, para asistir a una conferencia. Y pensé en el doctor Ikeda. Dispuse mi cámara y tomé algunas hermosas fotos. Ahora, cada vez que saco una foto, pienso en el doctor Ikeda. Ese es uno de los resultados significativos de mi viaje.

La mejor conclusión que puedo sacar de mi visita al Japón es que todos, una vez que vivimos experiencias como esa, nos sentimos mejores seres humanos.

Toda aquella persona que encontramos en la vida nos brinda nutrientes para ser mejores seres humanos. Eso es lo que mi esposa me brinda. Aprendo mucho de ella. E igualmente, aprendemos de cada persona que conocemos. Eso hace que la vida sea tan interesante. Como resultado, es de esperar que todos mejoremos como individuos, a medida que la sociedad crece y se desarrolla.


El doctor Denis Brière es el rector de la Universidad Laval, el centro educativo más antiguo de Canadá y la primera institución de Norteamérica que ofrece educación superior en francés. El doctor Brière, egresado de la Facultad de Silvicultura y Geomática de la Universidad Laval, obtuvo su doctorado en gestión y economía forestal en la Universidad de Columbia Británica. Ha desempeñado su labor en sectores públicos y privados, y ha sido honrado con la Orden de Ingenieros Forestales de Quebec por sus contribuciones a la silvicultura.

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