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La creación de valor como factor de cambio global: construir sociedades sostenibles y resilientes (2014)

Propuesta de paz 2014 (Sinopsis)

Versión completa (PDF)

En esta nueva conmemoración del 26 de enero, día de la fundación de la Soka Gakkai Internacional (SGI), quisiera analizar algunas propuestas para encauzar la corriente del siglo XXI hacia una perspectiva de mayor esperanza, paz y solidaridad, que nos permita construir una sociedad global sostenible donde cada individuo pueda expresar el brillo de su dignidad inherente.

La creciente incidencia de desastres y de emergencias meteorológicas registradas en los últimos años, sumada a graves crisis humanitarias ocasionadas por conflictos internos e internacionales, ha incrementado la preocupación por fortalecer la resiliencia de las sociedades humanas. En sentido amplio, la resiliencia es una facultad orientada al desarrollo de un futuro esperanzador, sustentada en el deseo natural del ser humano a trabajar en colaboración para lograr metas comunes.

La acción para transformar y activar las capacidades interiores del ser humano puede dar lugar a reformas eficaces que incrementen el empoderamiento en escala mundial. Dicho proceso, que en la SGI se denomina "revolución humana", orienta el empoderamiento al desarrollo de las infinitas posibilidades de cada individuo. La acumulación sostenida de cambios en el nivel del individuo y en el nivel comunitario despeja el camino para que la humanidad pueda superar los retos globales que la fligen.

El principal reto de la creación de valor es tender puentes entre lo micro y lo macro de maneras que refuercen un cambio positivo en ambos niveles.

La filosofía budista que practican los miembros de la SGI exhorta a vivir con una clara conciencia de propósito, que bien podría enunciarse como la dedicación a cumplir un profundo juramento. Asimismo, alienta a considerar el entorno inmediato como el escenario donde cada uno debe cumplir su misión en la vida, aun en presencia de graves dificultades, y a escribir narraciones personales que den origen a una esperanza duradera.

Una educación para forjar ciudadanos del mundo

Quisiera presentar algunas propuestas referidas a tres áreas cruciales para el establecimiento de una sociedad global sostenible. La primera se refiere a la educación, con especial énfasis en los jóvenes.

En setiembre de 2015, se celebrará una cumbre con el fin de acordar una nueva serie de metas de desarrollo, presentadas ampliamente como «objetivos de desarrollo sostenible» (ODS). Exhorto a que allí se incluyan metas relacionadas con la educación: en especial, lograr el acceso universal a la enseñanza primaria y secundaria; eliminar la desigualdad de género en todos los niveles educativos, y promover una educación formadora de ciudadanos del mundo.

Un programa educativo de fomento de la ciudadanía mundial debería brindar una comprensión profunda de los retos que afronta la humanidad; enseñar a detectar en los fenómenos locales indicios precoces de problemas globales emergentes empoderando a los individuos para que tomen medidas; y, por último, con eje en la convivencia empática, estimular la conciencia de que las acciones beneficiosas para el propio país pueden tener efectos negativos en otras naciones o ser percibidas por ellas como una amenaza.

Otra área en que deberían centrarse los Objetivos de Desarrollo Sostenible, además de la educación, es el empoderamiento de la juventud. Concretamente, sugiero que se tengan en cuenta las siguientes metas cuando se elaboren los ODS:

  • Que todos los Estados garanticen empleo digno a la totalidad de la población, en especial a los jóvenes.
  • Que los jóvenes puedan participar activamente en el tratamiento de los problemas que afectan a la sociedad donde viven.
  • Que se extiendan y prioricen los intercambios juveniles para fomentar la amistad y la solidaridad más allá de las fronteras nacionales.

Dichos encuentros entre jóvenes contribuyen a crear lazos de amistad que actúan como un antídoto contra la manipulación y la incitación colectiva al odio y al prejuicio. Por tal motivo, su inclusión en el marco de los ODS tendría beneficios muy positivos.

Fortalecer la resiliencia

En segundo término, quisiera proponer la creación de mecanismos de cooperación regional para reducir el daño causado por desastres y fenómenos meteorológicos extremos, y, a la vez, incrementar la resiliencia en Asia y África.

La anticipación a los desastres, las medidas de socorro in situ y la recuperación posterior deben tratarse como un proceso integral. Con este fin, quisiera proponer que las naciones que comparten fronteras establezcan un sistema de cooperación mutua para responder ante desastres. Esa cultura de ayuda y de asistencia recíproca, nutrida en la labor colaborativa para fortalecer la resiliencia y asistirse mutuamente en situaciones de calamidad, podrá convertirse en una idiosincrasia distintiva de la región.

Dado que Asia ha sufrido graves consecuencias a raíz de este tipo de calamidades, exhorto a que la iniciativa precursora de esta cooperación regional surja en este continente. La implementación de un modelo eficiente en Asia inspiraría a otras regiones a implementar proyectos similares. Ya existe un antecedente: el Foro Regional de la ASEAN, que cuenta con un marco de trabajo para organizar diálogos regulares sobre mecanismos de cooperación. Así pues, exhorto a los países de la región a suscribir un Acuerdo Asiático para la Recuperación y la Resiliencia, cuyo marco se fundamente en la experiencia del mencionado Foro.

Asimismo, las gestiones para fortalecer la resiliencia mediante intercambios de cooperación entre ciudades hermanas pueden ser un ámbito útil para crear espacios de convivencia pacífica en toda la región. Para iniciar lo antes posible el diálogo en esta dirección, insto firmemente a celebrar una cumbre tripartita entre Japón, la China y Corea del Sur, que incluya un esquema de cooperación sobre problemas ambientales.

La abolición de las armas nucleares

Como tercera área, quisiera exponer ciertas propuestas orientadas a la prohibición y abolición de las armas nucleares.

El Documento Final de la Conferencia de las Partes de 2010 encargada de examinar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y la Conferencia sobre las Consecuencias Humanitarias de las Armas Nucleares, realizada el año pasado en Oslo, Noruega, sirvieron para alentar a numerosos países a situar las consecuencias humanitarias de las armas nucleares en el centro de sus debates sobre desarme y no proliferación.

Desde mayo de 2012, estos gobiernos vienen efectuando reiteradamente declaraciones conjuntas sobre la cuestión; la cuarta de ellas, fechada en octubre del año pasado, fue firmada por las autoridades de 125 Estados, entre ellos, Japón y varios otros que están bajo la órbita de influencia de los aliados poseedores de armas nucleares.

La clave para abandonar la idea de que, en ciertos casos, es posible usar armas nucleares para lograr objetivos de seguridad nacional se encuentra en el reconocimiento colectivo de que los arsenales nucleares difieren fundamentalmente del resto de las armas, que ellos se sitúan del otro lado de una línea que jamás debemos cruzar, y que infligir sus efectos aniquiladores a otros seres humanos es un acto inaceptable.

En diversas ocasiones he instado a celebrar una cumbre sobre la abolición nuclear en Hiroshima y Nagasaki durante el 2015, septuagésimo aniversario de los bombardeos atómicos en ambas ciudades. Más concretamente, vislumbro una cumbre mundial de la juventud donde converjan representantes de los países firmantes de la Declaración Conjunta, organizaciones de la sociedad civil y, sobre todo, jóvenes de todos los países del mundo para adoptar una declaración donde se exprese el compromiso de dar por terminada la era de las armas nucleares.

A esto quisiera sumar dos propuestas concretas. La primera se refiere a un acuerdo de no utilización de las armas nucleares. Si la Conferencia de 2015 Encargada del Examen del TNP gira en torno a las atroces consecuencias humanitarias de las armas nucleares, su corolario natural sería un pacto de renuncia al empleo de estos arsenales; al mismo tiempo, un instrumento así permitiría impulsar la aplicación del artículo VI del TNP, que compromete a los Estados poseedores de armas nucleares a instrumentar el desarme con espíritu de buena fe.

La firma de un acuerdo de no utilización —por el cual los Estados con tecnología bélica nuclear se comprometan a no emplear estos dispositivos contra los países firmantes, como obligación derivada del espíritu esencial del TNP— incrementaría el clima de seguridad física y psicológica en estas naciones y abriría camino a políticas de seguridad que no dependieran de los armamentos nucleares.

La Cumbre del G8 correspondiente al año 2016 se celebrará en el Japón. En forma paralela, podría convocarse a una cumbre ampliada para hacer realidad un mundo sin armas nucleares; este sería un espacio oportuno para anunciar el compromiso público de firmar, lo antes posible, un acuerdo como el propuesto.

Mi segunda propuesta específica es aprovechar el proceso que se está gestando en torno a la Declaración Conjunta sobre el Impacto Humanitario, y convocar ampliamente a la opinión pública internacional para negociar la prohibición completa de todas las armas nucleares.

Es importante recordar que un acuerdo de no utilización, con todo su valor, es solo una punta de lanza en dirección al objetivo final: la prohibición y la abolición total de las armas nucleares. Ese objetivo solo se podrá concretar mediante el esfuerzo unido y concertado de toda la sociedad civil global.

Los miembros de la SGI estamos decididos a seguir trabajando para eliminar las armas nucleares y otros flagelos que causan sufrimiento a nuestro planeta y a impulsar más que nunca la creación de valor junto a los jóvenes del mundo, y a todos aquellos que escojan una visión esperanzadora del mañana.

En enero de 2014, la editorial I. B. Tauris publicó A Forum for Peace: Daisaku Ikeda’s Proposals to the UN (Un foro para la paz: Propuestas de Daisaku Ikeda a las Naciones Unidas), volumen que compila las propuestas de paz presentadas por Daisaku Ikeda durante treinta años consecutivos, con prefacio del embajador Anwarul K. Chowdhury, ex subsecretario general y alto representante de las Naciones Unidas.

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