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Extracto de "El buda viviente" (1982)

(Extracto del libro El Buda viviente: Una biografía interpretativa de Daisaku Ikeda, publicado por Emecé Editores, Buenos Aires, 1989.)


El contenido de la iluminación de Shakyamuni (páginas 89 y 90)

De manera que después de muchos años de practicar austeridades y después de haber luchado contra Mara y sus huestes y de haberlos vencido, Shakyamuni alcanzó la iluminación. En aquel momento tenía treinta o treinta y cinco años, según la fuente que aceptemos sobre la edad en la que abrazó la vida religiosa y el número de años que la llevó a cabo. Las escrituras designan la iluminación de Shakyamuni con la expresión sánscrita anuttara-samyak-sambodhi, que significa “sabiduría perfecta y no sobrepasada”, el tipo de sabiduría capaz de percibir la verdadera naturaleza de todos os múltiples fenómenos de la existencia. Pero, ¿en qué consistía exactamente esa sabiduría no sobrepasada? ¿Cuál era la naturaleza esencial del mundo que Shakyamuni percibió aquella noche bajo el árbol de la Bodhi en Buddh Gaya?

Las escrituras ofrecen varias relaciones del contenido de la iluminación de Shakyamuni, pero cuando las estudiamos una a una, nos queda cierta confusión en lo tocante a la naturaleza exacta de la iluminación. Según los Agama sutras, el proceso de iluminación de Shakyamuni se desarrolló en tres etapas, correspondientes a las tres guardias de la noche y Shakyamuni alcanzó el estado de sabiduría perfecta y no sobrepasada durante la tercera guardia.

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La ley de causalidad (páginas 93 a 96)

Después de haber visto cómo los seres vivos están destinados al constante renacer en los mundos del pasado, del presente y del futuro, Shakyamuni entró en la etapa final de su iluminación durante la tercera guardia de la noche. Aprehendió la verdad última sobre la vida y el mundo y completó así el proceso por el cual se convirtió en un buda. Pero, ¿en qué consistía exactamente esta verdad última? En general, las escrituras están de acuerdo en sus relatos sobre la primera y la segunda guardia, pero difieren considerablemente en cuanto a lo que realizó Shakyamuni en la tercera guardia de la noche. Una de las escrituras dice que aquella verdad última era la de los Doce Eslabones de la Cadena de la Causalidad, en tanto que otras fuentes la identifican como las cuatro Nobles Verdades o sencillamente declaran que Shakyamuni “alcanzó serenidad y paz supremas trascendiendo la vejez, la enfermedad, la muerte, la angustia y la impureza”. De manera que los especialistas no están de acuerdo en lo tocante a la naturaleza de esta última fase de la iluminación, aunque prevalece en general la opinión de que esa última etapa tiene que ver con la ley de la causalidad.

En sánscrito se conoce e concepto de causalidad con la expresión pratitya-samutpada y en japonés con la voz engi que significa literalmente “existencia dependiente”. El concepto o ley de la causalidad explica el proceso fundamental en virtud del cual todos los fenómenos y seres del universo se dan o existen como resultado de causas. Todas las cosas del universo están sujetas a esta ley de causa y efecto y, en consecuencia, nada puede existir independientemente de las otras cosas o surgir por su propia cuenta. Por esta razón, a menudo se alude a la teoría de la causalidad llamándola “la esencial interdependencia de las cosas”. Es obvio que esta urdimbre causal que liga todas las cosas es temporal y espacial, de suerte que todas las cosas que existen en el momento actual no sólo dependen una de otra sino que el mismo lazo liga a todas las cosas que existieron en el pasado y las que existirán en el futuro.

Las narraciones de las escrituras acerca de la iluminación de Shakyamuni contienen la descripción de los llamados Doce Eslabones de la Cadena de Causalidad, y los discípulos del budismo Theravada parecen aceptar esta fórmula considerándola como representativa de la concepción que tenía Shakyamuni de la noción de causalidad. Me inclino a creer que esto es una ultrasimplificación. Como se recordará, Shakyamuni abrazó la vida religiosa con el fin de hallar una solución a los problemas planteados por el nacimiento, la senectud, la enfermedad y la muerte. El concepto de existencia dependiente que se le presentó en el momento de la iluminación representa una ley universal capaz de resolver esos problemas, pero se trata de una ley extremadamente profunda por su contenido y extremadamente sutil por su estructura, por lo cual resulta muy difícil de explicarla en un lenguaje sencillo. A fin de ofrecer algo que resultará más fácil de comprender para la gente corriente, Shakyamuni ideó la fórmula conocida como los Doce Eslabones de la Cadena de la Causalidad.

La fórmula comienza con la pregunta: ¿por qué el hombre está sometido a la vejez y la muerte? Los doce eslabones de la cadena que presentamos aquí en orden inverso, están dispuestos del modo siguiente: 12) la vejez y la muerte son causados por el nacimiento pues sin el nacimiento no habría muerte. Luego sigue la pregunta: ¿cómo surge el nacimiento? 11) el nacimiento es causado por la existencia; 10) la existencia a su vez es causada por el apego; 9) el apego es causado por el deseo; 8) el deseo es causado por la sensación; 7) la sensación es causada por el contacto; 6) el contacto es causado por los seis órganos de los sentidos; 5) los seis órganos de los sentidos son causados por el nombre y la forma; 4) el nombre y la forma son causados por la conciencia; 3) la conciencia es causada por el karma; 2) y el karma es causado por la ignorancia; 1) la ignorancia es, pues, el último eslabón de la cadena, la fuente de la que surgen todos los dolores y sufrimientos. Lo que Shakyamuni manifiesta es que si sólo pudiera eliminarse la ignorancia, los eslabones de la cadena de la causalidad se romperían uno tras otro hasta que la vejez y la muerte dejaran de existir.

Me inclino a considerar esta fórmula no más que un medio de predicar la verdad de que la ignorancia impide al hombre alcanzar la felicidad. A decir verdad, no creo que esta doctrina, por lo menos como es expresada en esta fórmula, represente la esencia de la verdad última que Shakyamuni descubrió bajo el árbol de la Bodhi. A mi juicio, esa realidad última que Shakyamuni captó puede designarse mejor con la expresión Ley de la Vida, según la cual el mundo existe en un estado de constante cambio.

Cuando contemplamos desapasionadamente el gran universo que nos rodea, a primera vista nos parece un espectáculo vasto, sumido en la máxima quietud, pero en realidad palpita constantemente con la creación y el cambio. Lo mismo cabe decir del hombre: envejece, muere, renace y muere nuevamente. Nada en el mundo de la naturaleza o en el mundo de la sociedad humana conoce un solo momento de estancamiento o reposo. Todas las cosas del universo se encuentran en un permanente fluir, surgiendo y cesando, apareciendo y desapareciendo, apresadas en un ciclo sin fin de cambio que está condicionado por la ley de la causalidad que actúa tanto en el tiempo como en el espacio. Esta es la naturaleza de la realidad última. Estoy convencido de que la iluminación de Shakyamuni fue en cierto modo un grito de admiración ante la misteriosa entidad llamada vida, cuyas infinitas manifestaciones están ligadas entre sí y dependen unas de otras en virtud de los nexos de causa y efecto.

Cuando contemplamos desapasionadamente el gran universo que nos rodea, a primera vista nos parece un espectáculo vasto, sumido en la máxima quietud, pero en realidad palpita constantemente con la creación y el cambio. Lo mismo cabe decir del hombre: envejece, muere, renace y muere nuevamente. Nada en el mundo de la naturaleza o en el mundo de la sociedad humana conoce un solo momento de estancamiento o reposo. Todas las cosas del universo se encuentran en un permanente fluir, surgiendo y cesando, apareciendo y desapareciendo, apresadas en un ciclo sin fin de cambio que está condicionado por la ley de la causalidad que actúa tanto en el tiempo como en el espacio. Esta es la naturaleza de la realidad última. Estoy convencido de que la iluminación de Shakyamuni fue en cierto modo un grito de admiración ante la misteriosa entidad llamada vida, cuyas infinitas manifestaciones están ligadas entre sí y dependen unas de otras en virtud de los nexos de causa y efecto.

Creo que éstos deben de haber sido los pensamientos que pasaron por la cabeza de Shakyamuni, en la medida en que sea posible que un hombre corriente como yo pueda imaginarlo. Después de la iluminación, Shakyamuni se vio libre de la ignorancia que enceguecía a los otros hombres y pudo vivir de acuerdo con la verdadera Ley de la Vida. ¡Qué júbilo, qué dicha debe de haber experimentado!

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