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Remembranzas de dos encuentros con el doctor Daisaku Ikeda

Por Ma Min

[Extraído del libro de homenaje Fengfan chang cun zhuiyi Chitian Dazuo yong zhu youhao jinqiao (En afectuosa memoria de Daisaku Ikeda) que reúne testimonios de funcionarios y eruditos chinos].[1]

El doctor Daisaku Ikeda es un visionario de renombre mundial. Me considero afortunado de haber tenido la singular oportunidad de reunirme con él en dos ocasiones y escuchar sus enseñanzas directamente. ¡Fue un inmenso honor!

Encuentro con el presidente de la Universidad Normal Central de China, Ma Min, y su comitiva en la Universidad Soka (Tokio, junio de 2005)

Encuentro con el presidente de la Universidad Normal Central de China, Ma Min, y su comitiva en la Universidad Soka (Tokio, junio de 2005)

El primer encuentro tuvo lugar en junio de 2005, mientras yo ejercía como presidente de la Universidad Normal de la China Central. Respondiendo a una invitación de la Universidad Soka, fundada por el doctor Ikeda, visité su sede en Tokio como integrante de una delegación oficial de nuestra institución, de la que también formaba parte el profesor Li Exian del Departamento de Japonés.

Recuerdo perfectamente el día de nuestra visita. Era el comienzo del verano, el cielo despejado se extendía infinitamente. Aunque la época de floración de los cerezos ya había pasado, el campus de la Universidad Soka se mantenía lleno de vida, resguardado por la sombra de una exuberante vegetación y embellecido por el lozano césped: presentaba una escena rebosante de vitalidad. Al entrar en el campus, nos recibieron calurosamente filas de entusiastas profesores y estudiantes. En el auditorio, la universidad había organizado una gran ceremonia de bienvenida. Inesperadamente, el propio doctor Ikeda, acompañado por el presidente de la Universidad Soka, Masami Wakae, nos acogió con afabilidad, estrechando la mano de cada invitado. Su calidez nos hizo sentir inmediatamente como en casa.

Era la primera vez que me encontraba con el doctor Ikeda, un hombre de estatura mediana que rondaba los ochenta años. Pero se veía vigoroso, con el rostro resplandeciente de vitalidad, mirada penetrante y voz resonante que desprendían el carisma de un gran líder.

Al dirigirse a la asamblea de profesores y estudiantes, lo primero que hizo fue dar una calurosa bienvenida a nuestra delegación y expresó su esperanza de establecer relaciones formales de intercambio y fomentar la cooperación multifacética entre nuestras instituciones. Luego, cambiando de tema, se refirió a mi mentor, el profesor Zhang Kaiyuan, para elogiarlo como un historiador sobresaliente y un educador excepcional que había nutrido a numerosos y talentosos historiadores, a quienes llamó afectuosamente «discípulos de la escuela Zhang», y afirmó que ellos continuarían la erudición académica. Me asombró el exhaustivo conocimiento que poseía del profesor Zhang, hecho que sugería que había estudiado a fondo los antecedentes de nuestra universidad para preparar la reunión.

Pero más sorprendente aún fue que hiciera referencia a Yun Daiying, un joven revolucionario exalumno de nuestra institución durante la época de la Universidad Zhonghua, a quien el doctor Ikeda admiraba profundamente en sus años juveniles y consideraba un modelo a seguir para la juventud. Se refirió a Yun con una familiaridad tan íntima, que parecía estar enumerando preciados objetos de su colección. Incluso recitó un poema de Yun Daiying, demostrando que sus palabras no respondían a una preparación de última hora, sino que eran el reflejo de su genuino y profundo conocimiento de la vida y los logros de Yun.

En mi respuesta, expresé mi sincero agradecimiento por sus profundos comentarios y le transmití el firme deseo de nuestra universidad de entablar amplios intercambios académicos con la Universidad Soka. Luego, en un impulso repentino, le propuse al doctor Ikeda –cuyos diálogos con numerosas personalidades de renombre mundial han tenido un impacto trascendental– que considerara la posibilidad de entablar conversación con mi mentor, el profesor Zhang Kaiyuan. Sentí que un intercambio entre un líder religioso, activista social y educador japonés, y un historiador y educador chino de edades similares sería realmente significativo y, a la vez, una fuente de inspiración y beneficio para las generaciones futuras.

En aquel momento, no esperaba que el doctor Ikeda respondiera a mi comentario improvisado, deslizado de manera espontánea. Para mi asombro, aceptó de inmediato y con entusiasmo, y aseguró su firme voluntad de reunirse con el profesor Zhang. No solo me sorprendí, sino que quedé profundamente agradecido y conmovido desde el fondo de mi corazón.

La hospitalidad del doctor Ikeda y del equipo de la Universidad Soka me dejó una impresión duradera. El 18 de junio, día de nuestra visita, coincidió con mi quincuagésimo aniversario. Nunca he tenido la costumbre de celebrar mi cumpleaños, y con la apretada agenda del viaje, la fecha se me había olvidado por completo. Sin embargo, durante el almuerzo ofrecido por la Universidad Soka, un miembro del personal apareció con una gran tarta de cumpleaños para celebrar la ocasión, convirtiendo ese cumpleaños en uno de los más inolvidables de mi vida. Esa noche, Hiromasa Ikeda, hijo del doctor Ikeda, nos ofreció una cena formal en Oteian, un hermoso local lleno de encanto tradicional japonés, donde disfrutamos de un intercambio cálido y amistoso.

La diligencia y el esmero con que la Soka Gakkai nos atendió bajo el liderazgo del doctor Ikeda fueron igualmente impresionantes. Poco después de nuestro regreso a Wuhan, y con la aprobación del profesor Zhang, la Universidad Soka envió una invitación formal para organizar el diálogo, ultimando la agenda y el formato para diciembre de ese año. Lo que dio lugar a mi segunda visita a la Universidad Soka y a mi segundo encuentro con el doctor Ikeda.

Así pues, en diciembre de 2005, respondiendo a la invitación, el profesor Li Exian y yo acompañamos al profesor Zhang a Japón. El 13 de ese mismo mes, tal como se había acordado previamente, el profesor Zhang visitó la Universidad Soka en Hachioji para su primer encuentro y diálogo con el doctor Ikeda.

Era un día de invierno claro y luminoso, con la cima nevada del monte Fuji apenas visible en la distancia, la vista era edificante y pintoresca. Por la mañana, la Universidad Soka celebró una gran ceremonia para investir doctor honoris causa al doctor Zhang. El presidente Wakae hizo entrega del título honorífico y, a continuación, el homenajeado pronunció un breve discurso. Durante la corta pero solemne ceremonia, los estudiantes también tomaron la palabra e interpretaron una canción, creando una atmósfera cálida y sincera.

Tras un almuerzo con representantes de la universidad, que consistió en unas cajas bento (una forma de disponer la comida típica de Japón) elegantemente preparadas, el profesor Zhang procedió a reunirse con el doctor Ikeda.

Recibimento al profesor Zhang Kaiyuan, expresidente de la Universidad Normal de la China Central, en el Centro en Memoria de presidente Makiguchi en Hachioji, Tokio, en diciembre de 2005.

Recibimento al profesor Zhang Kaiyuan, expresidente de la Universidad Normal de la China Central, en el Centro en Memoria de presidente Makiguchi (Tokio, diciembre de 2005).

Los dos caballeros se saludaron como viejos amigos, con un cálido abrazo. Tras unas breves palabras de cortesía, se trasladaron a una sala de recepción de estilo japonés, sencilla pero elegante, y se sentaron en los tatamis, uno frente al otro, para comenzar su diálogo. El doctor Ikeda contó con su propio intérprete, mientras que el doctor Li Exian hizo lo propio para el doctor Zhang. Ambos intérpretes se expresaron con fluidez y precisión, y el doctor Ikeda incluso elogió el japonés del profesor Li.

Comenzaron compartiendo sus orígenes, infancia y experiencias formativas con sus respectivos mentores. A sugerencia del doctor Ikeda, el diálogo se centraría en preocupaciones comunes como la historia, la educación, la humanidad y los problemas globales, y ambas partes hablarían abierta y libremente. Dado que el doctor Zhang es una eminencia en Historia, este tema se convirtió naturalmente en el principal. El doctor Ikeda recordó la exhortación de su mentor Josei Toda a «estudiar historia» y «leer a los clásicos», y aseguró que «una comprensión profunda y precisa de la historia es el mayor regalo de la humanidad para el futuro».

El profesor Zhang reflexionó sobre su experiencia al leer el diálogo Elige la vida entre el doctor Ikeda y el historiador británico Arnold Toynbee. Elogió la profundidad de sus debates sobre los acuciantes desafíos a los que se enfrenta la humanidad y se maravilló de la amplitud enciclopédica de sus conocimientos. Comentó: «La erudición histórica es un tesoro cultural, un legado que pertenece a toda la humanidad, y debe atesorarse como una preciosa joya, que se transmite a través los tiempos».

Los dos encontraron una notable conexión, expresando una admiración mutua. El profesor Zhang mencionó con humor: «Hay un viejo refrán chino que dice: “Es una pena que no nos hayamos conocido antes”. Pero, en realidad, no creo que sea demasiado tarde. Ya tengo 81 años, pero me mantengo sano y lúcido», dijo entre risas, y agregó: «Confío en que mantendremos muchos diálogos significativos en el futuro». Su interlocutor le respondió: «Es una gran suerte para mí entablar este diálogo pionero con un historiador tan eminente, representante de Oriente. Estoy profundamente conmovido y emocionado».

Este fue solo el principio de su célebre diálogo. A lo largo de más de un año, prosiguieron el intercambio por correo electrónico y encuentros en línea, y entablaron, finalmente, más de una docena de conversaciones que se vieron compiladas en una publicación, Una epopeya de triunfo humano: Diálogo sobre la historia, la vida y la educación (traducción tentativa al español). La obra, que cuenta con traducciones a varios idiomas, ha tenido una amplia repercusión en el mundo.

Me siento increíblemente afortunado de haber sido testigo de la inspiradora presencia del doctor Ikeda en dos ocasiones y de haber formado parte del histórico diálogo entre estos dos grandes maestros. Aunque tanto el doctor Ikeda como el profesor Zhang, ya han fallecido, su sabiduría y su visión siguen siendo tesoros eternos de la cultura humana.

(El autor es expresidente de la Universidad Normal de la China Central y catedrático de Historia).

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