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Con miras al 2015: Por una Convención sobre Armas Nucleares (The Japan Times, 25 abr 2012)

[Artículo de opinión de Daisaku Ikeda, publicado en el diario The Japan Times, el 25 de abril de 2012.]

Las tensiones regionales van en aumento –en Medio Oriente, con el desarrollo nuclear de Irán, y en el nordeste de Asia, con el intento de Corea del Norte de lanzar un cohete de largo alcance— en momentos en que se dará inicio en Viena al período de sesiones del Comité Preparatorio de la Conferencia de las Partes del año 2015 encargada del examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nuclear (TNP), el 30 de abril de 2012.

La proliferación no ha cesado a pesar de que el TNP entró en vigor más de cuarenta años atrás, en 1970. Ante esa realidad, considero que, en última instancia, la única solución viable es regresar a la visión original establecida en el preámbulo del TNP: "[L]a liquidación de todas las reservas existentes de tales armas y la eliminación de las armas nucleares y de sus vectores en los arsenales nacionales…".

Mientras sigan existiendo armas nucleares, seguirá también viva la tentación de amenazar a otros con el poder arrollador de la fuerza militar. Tal cosa genera un círculo vicioso dentro del cual la amenaza despierta la inseguridad, lo que alienta a su vez una mayor proliferación del armamento nuclear. El impacto desestabilizador que eso ha tenido en nuestro mundo es incalculable. El ciclo no se puede romper a menos que todos los países se aparten de las doctrinas de seguridad nacional que dependen de su potencial nuclear.

La Comisión de Armas de Destrucción Masiva presidida por Hans Blix sostuvo en 2006 que "rechaza la sugerencia de que las armas nucleares en manos de algunos representan ninguna amenaza, mientras que en manos de otros ponen al mundo en peligro mortal". Estoy completamente de acuerdo. Las armas nucleares en manos de quienquiera fuere representan una "espada de Damocles", un mal absoluto que pone en peligro el derecho de las personas a la vida. Es absolutamente perentorio prohibirlas categóricamente.

Ante tal desafío, el Documento Final de la Conferencia de las Partes de 2010 encargada del examen del TNP brinda una base importante para la comunidad internacional, ya que establece claramente que no puede haber excepción en lo que concierne al acatamiento del derecho internacional:

"La Conferencia expresa su honda preocupación por las catastróficas consecuencias humanitarias de cualquier empleo de las armas nucleares y reafirma la necesidad de que todos los Estados cumplan en todo momento las disposiciones aplicables al derecho internacional, incluido el derecho internacional humanitario."

De acuerdo a este criterio fundamental, debemos comenzar inmediatamente la tarea de prohibir las armas nucleares mediante un tratado legalmente vinculante. Cuando los representantes de gobiernos y de ONG se reúnan en Viena, un tema crucial de su agenda debe ser la aplicación absoluta del derecho internacional en lo que concierne a las armas nucleares y asimismo, buscar los medios conducentes al establecimiento de una Convención sobre Armas Nucleares (CAN), con el fin de proscribir completamente dichas armas.

Organizaciones como la Unión Interparlamentaria, conformada por ciento sesenta y dos estados miembros; Alcaldes por la Paz, integrada por más de cinco mil doscientas ciudades, y el Consejo de Interacción de ex jefes de estado y de gobierno están requiriendo oficialmente la creación de una Convención sobre Armas Nucleares. Todos los años, desde 1996, se ha presentado una resolución en reclamo de dicha convención ante la Asamblea General de la ONU, a partir de una iniciativa emprendida por Malasia. El impulso inicial ha ido cobrando fuerzas, y el año pasado ciento treinta países refrendaron la petición.

Debemos esforzarnos para iniciar un oleaje de apoyo a la realización de una CAN. Tengo la convicción de que, además del espíritu del derecho internacional humanitario, deben tenerse en cuenta las perspectivas y las motivaciones de los derechos humanos y de la sostenibilidad, para despertar en la ciudadanía global, sobre todo en los jóvenes, el interés y la voluntad de lograr el objetivo de un mundo sin armas nucleares. Al prestar especial atención a los derechos humanos y a la sostenibilidad se deja al descubierto la carga inaceptable que significa, tanto para las generaciones presentes como para las futuras, el mantenimiento de políticas de seguridad basadas en las armas nucleares.

Una manera de poner en marcha el difícil proceso de negociar la implementación de una CAN sería presentarla como un tratado básico –uno que establezca el marco legal para un mundo sin armas nucleares— con un conjunto de protocolos asociados. El tratado básico permitiría que los estados signatarios se comprometieran claramente a consolidar un mundo libre de armas nucleares, de acuerdo con los imperativos del derecho internacional humanitario, los derechos humanos y la sostenibilidad, y prometieran abstenerse de cualquier acción que pudiera obstaculizar el logro de esa meta.

El punto clave de esta propuesta es establecer un marco dentro del cual todos los países puedan trabajar hacia esa empresa global común en condiciones de seguridad física y psicológica.

Ello podría proveer el derrotero hacia una transición estructural que conduzca de la amenaza mutua a la garantía mutua. Incluso si los protocolos para promover el siguiente nivel de implementación del tratado no se ratificasen de inmediato, podríamos igualmente alejarnos de la situación que prevalece hoy en día, signada por una severa falta de transparencia y por la amenaza de una proliferación virtualmente irrefrenable. En su lugar, se establecería una moratoria de armas nucleares sobre la base de una clara visión y de una norma legal, dentro del marco de las mismas aspiraciones.

Es vital comenzar lo antes posible. Las ONG y los gobiernos con esta mirada progresista deberían establecer un "Grupo de Acción por una Convención sobre Armas Nucleares" para afrontar esta tarea.

Hace ya cierto tiempo que solicito se lleve a cabo una cumbre sobre la abolición nuclear que marque realmente el fin de la era nuclear. Sugerí que dicha cumbre se realizara en Hiroshima y Nagasaki, en el 70º aniversario de los bombardeos sobre ambas ciudades, y que se contara con la participación de líderes nacionales y representantes de la sociedad civil del mundo. Y he subrayado que la Conferencia de Revisión del TNP de 2015 representa una excelente oportunidad para la celebración de dicha cumbre.

Tengo la convicción de que organizar un encuentro de esa clase en los lugares auténticos de los bombardeos puede lograr que todos los participantes renueven su promesa de erradicar las armas nucleares del mundo. Tal cosa podría ayudar a crear un impulso definitivo hacia esa meta.

En dicho encuentro, deberíamos trabajar para la publicación, o aun mejor, la firma, de un proyecto conjunto del marco básico para un tratado de prohibición y abolición de las armas nucleares.

La SGI seguirá realizando todos los esfuerzos necesarios para generar un poderoso impulso hacia ese fin, y colaborará con Alcaldes por la Paz, la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN, por su acrónimo oficial) y con otros grupos que compartan los mismos objetivos.

Tras las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, Japón aprendió que la tragedia que traen aparejada las armas nucleares jamás debe repetirse, y que la humanidad y esos instrumentos mortíferos no pueden coexistir. Con el fin de que esa conciencia y compromiso adquieran forma perdurable mediante un tratado que proscriba definitivamente las armas nucleares, exhorto al Japón a que tome la iniciativa de promover deliberaciones constructivas en el Comité Preparatorio del TNP de 2015, en Viena, y que se convierta en la fuerza impulsora que conduzca al mundo hacia una era libre de armas nucleares.

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